Un poema dedicado a Antonio Gamoneda...









Amaina la noche y un mirlo deshace el hilo de la lluvia.
No, nunca tuve tu piel más cerca
que en las horas precisas del diluvio.
Hay razones oscuras que guardan tu huella en mí,
un silencio que me abruma como un invierno
cuando arde la nieve cerca de los ojos.